28.9.09

Merkel Vence; La Izquierda Convence

Este recién pasado domingo alemanes y portugueses han votado. En Alemania se ha elegido un nuevo Bundestag (parlamento) y, mediante la votación por parlamentarios, al canciller y al gobierno federal. En Portugal casi lo mismo: se votó por diputados mediante los cuales se decidió el nuevo ejecutivo portugués. De los resultados arrojados por estos comicios se pueden desprender muchas conclusiones y con entera probabilidad durante estos días las columnas de opinión de los diarios europeos estarán llenas de análisis entorno al tema. El País de España, caracterizado por la calidad de sus editoriales y reportajes especiales, será para el interesado de ineludible consulta.

Sin embargo, y sin pretender entrar a rivalizar con lo que en Europa se publique y diga sobre el tema, me atreveré a brindar un par de posiciones prospectivas sobre lo que trae e implica uno de estos resultados. Me referiré en este artículo a Alemania, por una simple elección al azar. Sobre Portugal hablaré en artículo sucesivo.

Merkel y la Democracia Cristiana han ganado como predecían las encuestas un ticket para hacer gobierno por cuatro años más. Con un no muy exorbitante 34%, Merkel ha demostrado que la CDU es la minoría más grande y el partido histórico más solido y consistente de Alemania. Desde los tiempos de Adenauer, la CDU en compañía de su socio la CSU (socialcristianos) y con aliados circunstanciales cuando no por mayoría absoluta, ha gobernado largos periodos de la vida democrática de Alemania. En segundo posición, el SPD (socialdemócratas) ha pagado caro su incapacidad de renovarse y la factura que su voto progresista le ha pasado a cuatro años de políticas neoliberales como socio menor de la Gran Coalición. El SPD, antiguo partido de los sindicatos y las clases medias progresistas, no ha podido conectar con la juventud y ha sido arrollado. Con apenas 23% de la votación, ha registrado su peor resultado desde 1945. Su candidato ha reconocido la profundidad de la crisis y ha llamado a una profunda renovación interna, que promete entre otras cosas la reconstrucción programática del partido, el de mayor historia en la socialdemocracia europea, origen de la II Internacional, miembro principalísimo de la Internacional Socialista y promotor fundamental de los programas de cooperación de la Fundación Friedrich Ebert.

En tercer lugar, el partido liberal ha ganado un amplio terreno, ha rozado el 15% de los votos y le ha abierto la puerta al tan añorado por Merkel gobierno de centroderecha. Los Verdes (tradicionales aliados del SPD) han obtenido un respetable 10% al captar parte del descontento hacia la socialdemocracia además de sus ya tradicionales bases ecologistas. Sin embargo, por debajo de este aparente movimiento hacia la derecha del voto alemán y de su ahora nuevo gobierno, ha aparecido el fenómeno más importante de la jornada y al que quiero prestar especial atención. Die Linke (La Izquierda) ha dado un gran salto electoral – el más importante entre los partidos participantes - y ha sumado el 12% del voto popular, muy cerca de la derecha liberal. La decepción ante la socialdemocracia ha fortalecido a esta coalición de ex comunistas y disidentes del SPD, que ha puesto en la escena de la política alemana una figura fresca y un tono ético. Su propuesta electoral ha sido atractiva y ha ganado terreno entre los jóvenes quienes, ante el creciente desempleo y la profundización de las brechas sociales, han cruzado miras de la extrema derecha a la izquierda.

Sin duda, Alemania será gobernada cuatro años más por una Merkel más a la derecha, sin la presión de tener a la socialdemocracia en casa. Pero ello no le resta importancia al hecho de que La Izquierda ha ganado fuerza electoral y ha obtenido representación parlamentaria, desde la cual generar propuestas y visibilizar alternativas. Un partido que no solía pasar del 5% - mínimo para ingresar al parlamento - y cuyo núcleo electoral permanecía atado a la población de mayor edad del Este, ha vivido un interesante proceso de redefinición y ampliación y se ha convertido en una fuerza política con presencia nacional y espacios de poder propios.

Con la natural previsión de un gobierno con mayor acento liberal, dispuesto a sacrificar al Estado de Bienestar por resguardar la competitividad económica y convencido de que la crisis del mercado se soluciona con más mercado, Die Linke tiene un espacio político amplio para generar organización política propia. Muy lejos están partidos como el Comunista Francés o la Izquierda Unida española de un partido que – como Die Linke – busca trascender el mero “reaccionarismo” que aquella izquierda tradicionalista y conservadora ha hecho su sello de presentación.

Junto al fortalecimiento de la izquierda alemana, la crisis del SPD alberga un profundo potencial de renovación que no se puede minusvalorar. En el partido de Willy Brandt siempre han existido dos alas, una más tirada a la izquierda y la otra más hacia el centro. Desde el derrumbamiento del Muro de Berlín pero más aún desde la victoria de Schroeder, se ha impuesto sucesivamente el ala centro, que ha llevado al partido a quitarle color a sus banderas históricas y acceder a ciertas concesiones sobre conquistas sociales antes férreamente defendidas. Hace un par de años y ante el desgaste de la lucha interna, un grupo de dirigentes del partido, capitaneados por el reconocido Oskar Lafontaine, han renunciado a su militancia y han pasado a conformar Die Linke. Sin embargo, aún permanece un gran núcleo de izquierda reformista en el SPD que, ante el fracaso evidente de la dirigencia centrista, podría hacerse del liderazgo de la agrupación política en el próximo Congreso. Con ello, podrían abrirse inmensas oportunidades de acercamiento con La Izquierda y hacerse más asequible lo que para estos comicios fue impensable: Una gran coalición de izquierdas en el gobierno federal entre el SPD, Die Linke y los Verdes.

La única experiencia de gobierno que unió a socialdemócratas y socialistas fue el gobierno provincial berlinés, hace ya algunos años. Esta fracasada gestión demostró que existían diferencias profundas e insalvables entre ambos partidos. En aquel momento, el predecesor de La Izquierda – Partido del Socialismo Democrático – demostró la inmadurez política propia de una agrupación que no había tenido experiencia de gobierno y que, con la pretensión de venderse como coherentes políticamente, persistía en un programa maximalista basado en el dogmatismo de asumir como derechas igual de condenables a la socialdemocracia y a la democracia cristiana.

Evidentemente, las actuales circunstancias son totalmente diferentes. Frente a un gobierno que apostará a más desregulación y menos redistribución del ingreso, el SPD, Los Verdes y Die Linke deberán hacer frente común en multiplicidad de ocasiones. Encontrarán en la lucha puntos de encuentro entre sí y puntos de desencuentro con la derecha. Ello podría conducir a la construcción de las circunstancias para que el SPD se sienta más cómodo haciendo gobierno con Die Linke que con la CDU y para que Die Linke prefiera hacer gobierno con la socialdemocracia que permanecer en la oposición. Para que ambas cosas lleguen a conjugarse, la socialdemocracia debería aprobar su revisión y apostar a retomar sus raíces profundamente progresistas. Por su parte, Die Linke debería profundizar sus esfuerzos por madurar políticamente y abandonar el infantilismo extremista. Son tendencias que están en ciernes y que, de concretarse, abonarían el terreno para los acuerdos.

En cualquier caso, es innegable que más que un análisis, estas ya largas palabras han estado cargadas de deseos. Y aunque aspirar no es condenable, la realidad no está construida siempre sobre aspiraciones. De la realidad alemana a partir de este 27 de septiembre dependerá que lo dicho tenga más o menos éxito predictivo. A la primera opción, consecuente con una Alemania y una Europa más social, lanzo ya mi apuesta.

Carlos Miguel Rodrígues

28 Sept. 2009

Greenspan, Mercado y Crisis Financiera

En días recientes he concluido la lectura de las memorias de Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal (Fed) entre 1987 y 2006. Sin duda un gran libro tanto por la calidad de su contenido como por la significación personal de su origen. Tiene el sello de toda autobiografía, llena de anécdotas personales. La mayoría de sus páginas las encomienda Greenspan a reflexionar sobre su vida profesional con especial dedicación a su paso por la Reserva Federal, por mucho el empleo más importante de su dilatada trayectoria.

La Fed es el equivalente norteamericano de nuestros Bancos Centrales y, como ellos, rige, controla y supervisa la política monetaria. Se trata de un organismo con una amplia autonomía funcional, garantizada a través de un estatuto vigente desde 1935. Su definición institucional cuenta con una serie de mecanismos que buscan resguardarle de las influencias del proceso político. Su Junta Directiva está compuesta por siete miembros, uno de ellos el Presidente. Aunque todos son nombrados por el Presidente de los Estados Unidos, sólo el Presidente de la Fed tiene un corto período de 4 años; los demás miembros ocupan sus cargos por 14 años. Y aunque periódicamente debe rendir cuentas al Congreso, la Fed genera y administra su propio presupuesto a partir de los beneficios reportados por los bonos del Tesoro y demás activos que posee.

Bajo el titulo de “La Era de las Turbulencias. Aventuras en un nuevo mundo” y a lo largo de 550 páginas, este reconocido estudioso de la economía hace un tránsito sobre las distintas etapas de su larga vida, para luego, apostado en el presente, reflejar sus posiciones y reflexiones en torno a una amplia diversidad de desafíos que agobian nuestros tiempos. Este aspirante frustrado a beisbolista y saxofonista nacido en el Nueva York de los años 20 hace gala de su superior intelecto e impecable manejo de información y datos duros para sustentar su tesis central: siempre, bajo cualquier condición o circunstancia, el mercado es más eficiente para distribuir recursos, generar riqueza y crear bienestar que la intervención pública o la planificación estatal. Si al mercado se le brinda un adecuado contexto que incluya un vigoroso Estado de Derecho y una irrestricta protección de la propiedad privada y se le libra de la agobiante y perjudicial intervención estatal, logra compaginar el beneficio individual con el beneficio social. No es casual que una de las frases más repetidas por Greenspan sea la famosa paradoja de Friedman: “las sociedades que privilegian la justicia y la anteponen a la libertad, terminan por perder ambas”.

A pesar de su sólida convicción pro mercado competitivo y a su adscripción política republicana, que incluye el apoyo a la introducción de mecanismos de mercado en la seguridad social, la atención sanitaria y la educación primaria y secundaria, Greenspan no niega una muy fraccionada parte de razón a sus contrincantes. El capitalismo competitivo, en su vertiginoso movimiento ascendente, redirige constantemente el capital en función de los cambiantes incentivos para la inversión. Se trata del maravilloso pero estresante proceso de “destrucción creadora”, por medio del cual el capitalismo genera bienestar y riqueza pero también vértigo y presión.

A través de la destrucción creadora, el capitalismo elimina los bolsones de producción poco rentable y redirige esos recursos, físicos, de capital y humanos, a nuevos sectores más productivos y de mayor valor agregado. Este provechoso y permanente proceso es susceptible de generar malestar por la sencilla razón de que uno de sus elementos es doloroso: la destrucción. A través de ella, trabajadores pierden sus empleos, empresas quiebran y economías nacionales se rezagan frente a sus competidores extranjeros. Y tras esto, está una mayor exigencia de profesionalización para estos nuevos desempleados, de mayor capacidad financiera para los empresarios caídos en desgracia y de mayor competitividad para esas economías. Sin duda un proceso agobiante; una competencia eterna en la que debemos estar permanentemente revisándonos y mejorando, sino queremos ser dejados atrás por la rueda indetenible de la innovación.

Greenspan reconocerá este proceso en su forma más nítida y acabada en el sistema financiero. A lo largo de su mandato en la Fed, Greenspan debió enfrentar el mayor desplome de Wall Street para una sola jornada – el lunes negro de 1987 - y la profunda crisis de las puntocom en el año 2000. En el exterior, debió presenciar y, en alguna ocasión, ayudar a solventar las crisis mexicana de 94, la surasiática del 97 y, originada por esta, la del rublo ruso un año después. Sin embargo, nada de esto le hizo perder la fe en el mercado financiero libre de regulaciones. Hoy, tras el derrumbe financiero más costoso de la historia, Greenspan insiste en su dogma. En recientes declaraciones a la BBC alertó sobre el peligro del proteccionismo y reiteró que el peor error que podría cometerse en los actuales momentos sería reforzar excesivamente la capacidad reguladora gubernamental, hasta llegar al punto de convertir al mercado de acciones, bonos y derivados financieros en un anquilosado sistema de procedimientos legales. De esta forma, perdería su naturaleza y sentido, asociados inseparablemente a la libertad de movimientos y la agilidad de los trámites.

En realidad, Greenspan y muchos otros fanáticos de la Escuela de Chicago tienen la firme creencia de que la actual crisis no se debió a un fallo del mercado. Aunque por décadas insistieron en el fin de las regulaciones, hoy encuentran la causa de la crisis en una defectuosa regulación gubernamental. Con el mayor desparpajo insinúan – decirlo cruda y directamente sería políticamente incorrecto en estos días – que no se puede culpar al mercado financiero de cumplir con su razón de ser y ajustarse a sus fines: es la naturaleza del mercado financiero la especulación acelerada y la persecución desaforada de altas tasas de ganancia al corto plazo. En todo caso, el mercado respondía sensata y racionalmente al boom del mercado inmobiliario. No era responsabilidad de los inversionistas como Lehman Brothers o AIG resguardan la estabilidad general del sistema financiero; ellos deben buscar su beneficio y el que asuman grandes riesgos es más bien loable que condenable. A todas luces, el riesgo es el motor de la economía y la prosperidad. Para resguardar y proteger al conjunto del sistema existen reguladores públicos. Con ello, estos adalides de la libertad terminan demostrándonos que, nuevamente, la culpa es del Estado.

Sin embargo, así como hace veinte años era palabra sagrado la predica neoliberal, hoy se está abriendo en el mundo la idea – relanzada en Pittsburg con un G-20 más sólido y con más funciones - de que necesitamos algún arreglo mixto, que coloque la mirada pública sobre la invisible mano smithiana. Bajo el influjo de estas nuevas ideas, muchos han señalado a Greenspan como uno de los responsables del desastre. El boom inmobiliario y la introducción masiva de títulos subprime – posesiones tituladas de baja calidad, caracterizadas por un alto riesgo asociado a un alto beneficio – se iniciaron bajo su Presidencia en la Fed. Frente a estas peligrosas tendencias, Greenspan no actuó preventivamente: al final de su libro, deja claro que durante sus casi veinte años en la Reserva Federal, entendió que la mejor acción era, en la gran mayoría de los casos, la omisión.

Criticado o alabado, sobre Greenspan siempre habrá, como sobre casi todos los hechos, personajes y acciones, dos visiones. Theotonio Dos Santos, en “Del Terror a la Esperanza”, critica a Greenspan por su incapacidad para deslastrarse del fetiche neoliberal de la inflación y le niega el renombrado título de “gurú” económico. El diario de la derecha española El Mundo se lo reasigna mientras que The Economist y The New York Times celebran las reflexiones de su libro como expresiones de un genio excepcional. A fin de cuentas, su posición ante la posteridad estará ineludiblemente vinculada al resultado de esta convulsionada redefinición de la política económica que estamos viviendo. A ella nos remitiremos.

Carlos Miguel Rodrígues

27 Sept. 2009

8.9.09

Los Blackberries en la Venezuela Socialista

En Venezuela vivimos una fiebre, peculiar y a la vez común. Peculiar porque la hemos llevado a niveles excepcionalmente altos; común porque forma parte de una tendencia global. Se trata de la fiebre del Blackberry. Esta línea de dispositivos móviles inteligentes y multifuncionales ha sido desarrollada por la canadiense Research in Motion (RIM), empresa fundada en 1984 y actualmente consolidada como vanguardia en soluciones aplicadas para las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. En el sitio web oficial de Blackberry nos recibe una frase simple pero poderosa que hace las veces de slogan publicitario: Enhance your life with a Blackberry Smartphone (Realce su vida con su teléfono inteligente Blackberry). Pocas veces resulta tan evidente la eficacia de un slogan como en este caso. Es precisamente “realce” lo que buscan la mayoría de los compradores del dispositivo.

Gilberto Dupas, un respetable estudioso brasileño de las ciencias de la comunicación y profesor de la prestigiosa Universidad de Sao Paulo, ha citado a Guy Debord en un interesante artículo sobre las tensiones entre democracia y sociedad global de la información. Según Debord, el dominio de la economía sobre lo social, operado a través del surgimiento y consolidación del capital, acarreó la degradación del “ser” hacia el “tener”. Los valores sociales tradicionales eminentemente estamentales – nacimos y morimos “siendo” nobles o campesinos - fueron desplazados por criterios centrados en la propiedad privada propios de la cultura burguesa.
En tiempos recientes, Debord asegura ha operado un nuevo desplazamiento: pasamos del terreno del “tener” al ámbito del “parecer-tener”. Somos lo que, por medio de cualquier vía, logramos parecer tener. Para el autor, este es un efecto lógico del dominio de la sociedad globalizada de la información. Vivimos un proceso de exclusión acelerado de las masas, que no son capaces de acceder a las nuevas tecnologías y son marginados de un creciente mundo de nuevos productos. El reino del efecto instantáneo y de la imagen fugaz amplía aceleradamente el mundo virtual, que progresivamente pasa a ocupar cada vez mayores cuotas de realidad cotidiana. Dupas lo refiere con claridad insuperable: los programas de auditorio sustituyen los tribunales y la vida real, propiciando juicios, procesos de conciliación y reality shows, y garantizan, como en la lotería, la esperanza del rescate de la exclusión mediante la visualización del premio del otro, o del sueño de su minuto de gloria. En esta transición vivimos las consecuencias de la radicalización de la metanarrativa del consumo: el teléfono celular y el internet pasan a ser condiciones esenciales de la felicidad. Sin ellos no somos; no existimos.

Venezuela es parte de estas tendencias globales. Los venezolanos han entrado de lleno en la nueva era de la interconexión digital. Según datos oficiales, en Venezuela hay 26.5 millones de suscripciones a la telefonía móvil. Se trata de un porcentaje cercano al 95% de penetración del mercado, orientado en el corto plazo al 100%. Estas son tendencias que, como explica la CEPAL en un estudio sobre las TIC´s en América Latina, se comparten más o menos en similares proporciones con el resto de la región. Ello en parte se justifica por las deficiencias propias de la red de telefonía fija y el abaratamiento de los precios de los equipos móviles. Sin embargo, lo que en términos económicos resulta inexplicable es la alta penetración del Blackberry en el mercado venezolano, caracterizado por limitantes estructurales del consumo, propios de los países en desarrollo.

El Blackberry fue diseñado para un mercado target bien precisado. Se trata de un equipo dirigido a directivos empresariales de nivel alto y medio, funcionarios gubernamentales, representantes de organizaciones internacionales, en fin, personas que, por la naturaleza de sus funciones, requieren estar permanentemente conectados. Su alto costo no hace más que evidenciar el hecho de que se dirige a un segmento de mercado de alto poder adquisitivo. Una de las ventajas que se asocia al BB, de acuerdo a la reseña promocional del equipo elaborada por RIM, es su capacidad de adaptabilidad: el BB puede rediseñar sus funciones de acuerdo a los requerimientos de la empresa o individuo que lo adquiera. En general, RIM lo define como un equipo que satisface necesidades laborales, no un dispositivo de entretenimiento. La empresa destaca más la posibilidad de acceder a documentos electrónicos y modificarlos que la resolución de su cámara. Las preguntas ineludibles son ¿Por qué en Venezuela se venden tantos BB? ¿Es nuestro país un país de altos ejecutivos empresariales? ¿Puede cualquier versión vieja o nueva del socialismo prosperar en una sociedad de este tipo?

En términos sencillos, la explicación de esta avidez venezolana por los BB es simple y radica en lo que los economistas llaman “disposición subjetiva del consumidor”. Para sus compradores, el BB satisface una necesidad: la necesidad de status social. Sus consumidores, en su mayor proporción, no requieren las funciones del equipo; lo adquieren por la satisfacción adicional que les proporciona. Movistar, Digitel y Movilnet han emprendido ya una dura campaña para cubrir con una oferta competitiva, una demanda creciente. Sin duda, Milton y Rose Friedman se mostrarían sorprendidos e impugnados por la escasa racionalidad del consumidor venezolano. Las explicaciones de librito del limpio funcionamiento del mercado se derrumban ante una Venezuela que consume lo que no necesita y lo hace masivamente. En el mundo de las nuevas tecnologías son los jóvenes los que imponen los patrones de consumo a los más adultos. Han sido precisamente los jóvenes venezolanos los que le secuestraron el equipo a los viejos CEO´s y lo hicieron una moda arrasadora.

Evidentemente, en este juego hay ganadores y perdedores. El primer ganador es Research In Motion. Los números que reporta Venezuela son sencillamente fabulosos. Un país que marcha hacia el socialismo está llenando las arcas de una transnacional canadiense. Tan claro tiene esto RIM que el pasado 3 de septiembre ha realizado en el caraqueño Hotel H.J. Marriot el evento “Blackberry Connect With The Experts” (CWTE), al que fueron convocados directores ejecutivos, gerentes y directores financieros. Esta reunión es la más importante que realizará la empresa en América Latina, región en la que tiene previsto visitar seis países. Por evidentes razones, RIM ha escogido Caracas como el epicentro de su estrategia de negocios para la región. Las operadoras nacionales también están muy contentas. Aunque no han privilegiado sus rendimientos en la venta de equipos, el alto precio de los BB ya es motivo rentable. Los consumidores venezolanos que han adquirido el equipo tampoco tienen quejas: la calidad del BB es innegable. La satisfacción del consumidor – función del status adquirido, generalmente - sólo espolea la demanda más y más.

Sin embargo, en el mercado no todos pueden ganar. La moda del BB ha socavado cualquier posibilidad de inserción en el mercado de otros dispositivos inteligentes de la competencia, en especial del Iphone. Más importante aún ha sido que el consumismo venezolano ha golpeado de revés el rostro de quienes, ya desde hace diez años, intentan construir desde el Estado una sociedad socialista. El Primer Plan Socialista de la Nación (2007-2013) no contempla en ninguno de sus ejes estratégicos el desarrollo acelerado del consumo de equipos digitales de alta tecnología. No se corresponde con una sociedad solidaria el que la distribución de los recursos escasos de una economía privilegie el consumo de este tipo de bienes sobre aquellos de primera necesidad. La magia del socialismo, su ventaja comparativa frente al imperio del capital si se quiere, es precisamente la reconfiguración del circuito de distribución de recursos en función de las necesidades sociales. De esa forma se evitaría que, por ejemplo, profesionales de buenos modales formados como corredores de bolsa hagan pasar de manos en compras y ventas aceleradas de hipotecas, títulos y paquetes accionariales miles de millones de dólares mientras que más de 70 millones de latinoamericanos no vean pasar por sus manos más de un dólar en toda la jornada.

Todo pareciera indicar, en una conclusión arriesgada pero lógica, que Venezuela compagina estrechamente dos realidades que tiran en dirección opuesta: un Gobierno con alguna particular visión socialista y una sociedad con una arraigada convicción capitalista. Aunque evidentemente, no todos en el Gobierno son hechuras de convencidos socialistas; los funcionarios son miembros de la sociedad y también gustan del lujo, siempre acechante cuando se está en el poder. En ese sentido, la profundización y el reforzamiento del compromiso socialista del chavismo podrían conducir a mayores niveles de tensión y confrontación, cuando realidades como estas deban ser revisadas. De otra forma seguirá existiendo esta realidad escindida, en la que intenciones y realidades se repelen como polos magnéticos. Tal vez Bertold Brecht sentó un principio que trasciende su coyuntura cuando en el marco de la revuelta obrera del 53 en Berlín concluyó que, al haber perdido el Gobierno la confianza en el pueblo, era preferible que lo disolviera y eligiera otro.

Carlos Miguel Rodrígues

Jean-Paul Sartre: Compromiso, Libertad y Heterodoxia.

El gran ideólogo demócrata-cristiano Emmanuel Mounier lo calificó como el Lutero de un ateísmo en el que Marx sería el Pablo de nuestro tiempo, apóstol y fundador de la Iglesia. El español Fernando Savater aseguró que se trataba de “la razón social más fuerte de las letras europeas del siglo XX”. El Premio Nobel de Literatura Octavio Paz se mostró impresionado por su franqueza, rectitud y naturalidad tanto como por la agilidad de su pensamiento y la solidez de sus convicciones.

Jean-Paul Sartre nació en Paris en 1905, cuando despuntaba el alba de un nuevo siglo. Sobre su vida personal, muy poco se conoce. Las escasas referencias biográficas son extraídas, en su mayor parte, del opúsculo de Simone de Beauvoir, su compañera de vida. Sartre fue un hombre de ideas y convicciones. El rasgo distintivo de su vida fue la voluntad de actuar a través de la palabra escrita. Desde los 8 años, Sartre vivirá para escribir. De Beauvoir dirá tras la muerte de Sartre que éste se había autoimpuesto el mandato de testimoniar todas las cosas y de tomarlas por su cuenta a la luz de la necesidad; había que recrear al hombre y esa invención sería en parte la obra sartriana. Sartre no quiso que su vida entorpeciera su obra, por lo que redujo la primera a un esfuerzo permanente de edificación de la segunda.

Con ideas profundas y retadoras, Sartre se moverá entre la literatura, la filosofía y la política. La profunda reflexión que suscitó su obra, tanto entre sus contemporáneos como entre las siguientes generaciones, terminó por demarcar tres grandes ideas que, entresacadas de los miles de planteamientos sartrianos, resultan centrales para comprender al autor. Estas serán: en la literatura, su noción del escritor comprometido; en la filosofía, su radical idea de la libertad como valor intrínseco al hombre; en la política, su apuesta por la utopía, el desafío al marxismo ortodoxo y su reivindicación de la extrema izquierda.

Sartre se autodefinirá como un escritor “comprometido”. Lo que caracteriza al escritor, y lo diferencia a su vez del poeta, es su utilización del lenguaje como un instrumento: se sirve de él para explicar y apresar unas determinadas circunstancias. Con la palabra, el escritor nos remite a algo. La palabra no es más que una referencia que tiene por objeto posibilitar el acceso a las cosas. Es una representación del mundo, una imagen de la realidad. Por esta vía, Sartre llega a la concepción de la palabra como cierto momento de la acción por medio del cual denominamos a las cosas. Este acto siempre implica una intención concreta que resalta unos elementos y relega otros. A través del lenguaje, el hombre desarrolla la actividad más esencial inherente a la condición humana: descubre, revela y clasifica la realidad, ello con el claro objeto de orientar su transformación. El escritor, a fin de cuentas, resulta el profesional encargado de revelar las posibilidades de transformación de la realidad humana. Sartre es claro: “la función del escritor consiste en obrar de modo que nadie pueda ignorar el mundo y que nadie pueda ante el mundo decirse inocente”. En la raíz de tal idea está la abnegada labor literaria de Jean-Paul Sartre.

Gran parte de la obra literaria sartriana tiene fuertes implicaciones filosóficas. Sin embargo, la obra maestra de la filosofía sartriana no será literaria. En el Ser y la Nada (1943) expondrá con más detalle lo que será su mayor preocupación intelectual: la temática de la libertad y su vinculación con el compromiso, la elección y la responsabilidad. Para Sartre, la libertad está inextricablemente unida al compromiso. Sólo el hombre libre puede comprometerse, sólo el hombre comprometido puede llegar a ser libre. Una vida sin compromisos es una vida desarraigada.

La libertad es característica de la humanidad. Sólo el hombre puede llegar a ser libre porque sólo él puede, en sentido estricto, elegir. El hombre debe escoger un camino; debe elegirse a sí mismo y definir su proyecto. En ese sentido, el hombre libre es el que ha elegido y asume su elección. Mientras no recorremos un camino elegido libremente no somos libres, más aún, no “somos”. Vivimos pero no existimos. En consecuencia, la libertad no significa la apertura a un mundo infinito de posibilidades. Por el contrario, se trata de un mecanismo de cierre: elegimos un solo camino y nos identificamos existencialmente con él. Sin embargo, Sartre atemperará el carácter radical y absoluto de su libertad al contrastarlo con la existencia de los otros y la presencia permanente de nuestro pasado. Los otros limitan nuestra libertad al convertirnos en objetos: sus miradas nos convierten en cosas, sus proyectos nos transforman en instrumentos. Nuestro pasado también obstaculiza la pureza de nuestra elección. Lo que hemos hecho antes condiciona nuestras posibilidades presentes.

Finalmente, Sartre asume la más profunda limitación a nuestra libertad. Se trata de la facticidad, de la situación, de la realidad circundante. El autor, en una genial descomposición de argumentos, concluye que tal limitación es inexistente. A fin de cuentas, somos nosotros, al definir nuestro proyecto, los que le damos sitio, relevancia y alcance a lo fáctico. Dependerá a fin de cuentas de nuestra libertad el papel que cada cosa y situación jueguen en nuestro proyecto. No son situaciones dadas; las reconstruimos y redefinimos dándoles el carácter que deseamos. Por esta vía llega Sartre a la conclusión más radical de sus propuestas: el hombre es un ser responsable. Nada puede excusarle de asumir la responsabilidad por sus actos y omisiones.

Políticamente, Sartre se involucrará en distintas polémicas. Desde la redacción de Los Tiempos Modernos, expresará sus feroces críticas contra la guerra en Argelia, la invasión soviética de Hungría y la política interna francesa. Desde joven, se presentará cercano al marxismo. Sus vivencias personales al lado de la clase proletaria le harán idealizarla como sujeto revolucionario. Su compromiso político se expresará permanentemente por una opción radical de transformación social. Hijo del marxismo, cuestionará radicalmente su fosilización y estancamiento, ejemplificados en la Unión Soviética. En lugar de una comunicación fluida entre teoría y praxis, la URSS se había conducido hacia una anulación de la realidad. El marxismo se había dogmatizado y simplificado a la luz del estalinismo, que había cerrado cualquier posibilidad de debate interno y refrescamiento de ideas.
Como consecuencia de esta verificación, Sartre se alejará del marxismo oficial – siendo demonizado por el Partido Comunista Francés – y optará por una vinculación más estrecha con grupúsculos anarquistas. Sartre definirá su modelo ideal de sociedad a través de tres principios básicos: abolición del Estado, eliminación de la Sociedad y desaparición de la pobreza. Tras su muerte en 1980, Sartre será reconocido por su compromiso político radical y por sus consecuentes acciones, siempre ajustadas a sus convicciones.
Carlos Miguel Rodrígues