28.9.09

Merkel Vence; La Izquierda Convence

Este recién pasado domingo alemanes y portugueses han votado. En Alemania se ha elegido un nuevo Bundestag (parlamento) y, mediante la votación por parlamentarios, al canciller y al gobierno federal. En Portugal casi lo mismo: se votó por diputados mediante los cuales se decidió el nuevo ejecutivo portugués. De los resultados arrojados por estos comicios se pueden desprender muchas conclusiones y con entera probabilidad durante estos días las columnas de opinión de los diarios europeos estarán llenas de análisis entorno al tema. El País de España, caracterizado por la calidad de sus editoriales y reportajes especiales, será para el interesado de ineludible consulta.

Sin embargo, y sin pretender entrar a rivalizar con lo que en Europa se publique y diga sobre el tema, me atreveré a brindar un par de posiciones prospectivas sobre lo que trae e implica uno de estos resultados. Me referiré en este artículo a Alemania, por una simple elección al azar. Sobre Portugal hablaré en artículo sucesivo.

Merkel y la Democracia Cristiana han ganado como predecían las encuestas un ticket para hacer gobierno por cuatro años más. Con un no muy exorbitante 34%, Merkel ha demostrado que la CDU es la minoría más grande y el partido histórico más solido y consistente de Alemania. Desde los tiempos de Adenauer, la CDU en compañía de su socio la CSU (socialcristianos) y con aliados circunstanciales cuando no por mayoría absoluta, ha gobernado largos periodos de la vida democrática de Alemania. En segundo posición, el SPD (socialdemócratas) ha pagado caro su incapacidad de renovarse y la factura que su voto progresista le ha pasado a cuatro años de políticas neoliberales como socio menor de la Gran Coalición. El SPD, antiguo partido de los sindicatos y las clases medias progresistas, no ha podido conectar con la juventud y ha sido arrollado. Con apenas 23% de la votación, ha registrado su peor resultado desde 1945. Su candidato ha reconocido la profundidad de la crisis y ha llamado a una profunda renovación interna, que promete entre otras cosas la reconstrucción programática del partido, el de mayor historia en la socialdemocracia europea, origen de la II Internacional, miembro principalísimo de la Internacional Socialista y promotor fundamental de los programas de cooperación de la Fundación Friedrich Ebert.

En tercer lugar, el partido liberal ha ganado un amplio terreno, ha rozado el 15% de los votos y le ha abierto la puerta al tan añorado por Merkel gobierno de centroderecha. Los Verdes (tradicionales aliados del SPD) han obtenido un respetable 10% al captar parte del descontento hacia la socialdemocracia además de sus ya tradicionales bases ecologistas. Sin embargo, por debajo de este aparente movimiento hacia la derecha del voto alemán y de su ahora nuevo gobierno, ha aparecido el fenómeno más importante de la jornada y al que quiero prestar especial atención. Die Linke (La Izquierda) ha dado un gran salto electoral – el más importante entre los partidos participantes - y ha sumado el 12% del voto popular, muy cerca de la derecha liberal. La decepción ante la socialdemocracia ha fortalecido a esta coalición de ex comunistas y disidentes del SPD, que ha puesto en la escena de la política alemana una figura fresca y un tono ético. Su propuesta electoral ha sido atractiva y ha ganado terreno entre los jóvenes quienes, ante el creciente desempleo y la profundización de las brechas sociales, han cruzado miras de la extrema derecha a la izquierda.

Sin duda, Alemania será gobernada cuatro años más por una Merkel más a la derecha, sin la presión de tener a la socialdemocracia en casa. Pero ello no le resta importancia al hecho de que La Izquierda ha ganado fuerza electoral y ha obtenido representación parlamentaria, desde la cual generar propuestas y visibilizar alternativas. Un partido que no solía pasar del 5% - mínimo para ingresar al parlamento - y cuyo núcleo electoral permanecía atado a la población de mayor edad del Este, ha vivido un interesante proceso de redefinición y ampliación y se ha convertido en una fuerza política con presencia nacional y espacios de poder propios.

Con la natural previsión de un gobierno con mayor acento liberal, dispuesto a sacrificar al Estado de Bienestar por resguardar la competitividad económica y convencido de que la crisis del mercado se soluciona con más mercado, Die Linke tiene un espacio político amplio para generar organización política propia. Muy lejos están partidos como el Comunista Francés o la Izquierda Unida española de un partido que – como Die Linke – busca trascender el mero “reaccionarismo” que aquella izquierda tradicionalista y conservadora ha hecho su sello de presentación.

Junto al fortalecimiento de la izquierda alemana, la crisis del SPD alberga un profundo potencial de renovación que no se puede minusvalorar. En el partido de Willy Brandt siempre han existido dos alas, una más tirada a la izquierda y la otra más hacia el centro. Desde el derrumbamiento del Muro de Berlín pero más aún desde la victoria de Schroeder, se ha impuesto sucesivamente el ala centro, que ha llevado al partido a quitarle color a sus banderas históricas y acceder a ciertas concesiones sobre conquistas sociales antes férreamente defendidas. Hace un par de años y ante el desgaste de la lucha interna, un grupo de dirigentes del partido, capitaneados por el reconocido Oskar Lafontaine, han renunciado a su militancia y han pasado a conformar Die Linke. Sin embargo, aún permanece un gran núcleo de izquierda reformista en el SPD que, ante el fracaso evidente de la dirigencia centrista, podría hacerse del liderazgo de la agrupación política en el próximo Congreso. Con ello, podrían abrirse inmensas oportunidades de acercamiento con La Izquierda y hacerse más asequible lo que para estos comicios fue impensable: Una gran coalición de izquierdas en el gobierno federal entre el SPD, Die Linke y los Verdes.

La única experiencia de gobierno que unió a socialdemócratas y socialistas fue el gobierno provincial berlinés, hace ya algunos años. Esta fracasada gestión demostró que existían diferencias profundas e insalvables entre ambos partidos. En aquel momento, el predecesor de La Izquierda – Partido del Socialismo Democrático – demostró la inmadurez política propia de una agrupación que no había tenido experiencia de gobierno y que, con la pretensión de venderse como coherentes políticamente, persistía en un programa maximalista basado en el dogmatismo de asumir como derechas igual de condenables a la socialdemocracia y a la democracia cristiana.

Evidentemente, las actuales circunstancias son totalmente diferentes. Frente a un gobierno que apostará a más desregulación y menos redistribución del ingreso, el SPD, Los Verdes y Die Linke deberán hacer frente común en multiplicidad de ocasiones. Encontrarán en la lucha puntos de encuentro entre sí y puntos de desencuentro con la derecha. Ello podría conducir a la construcción de las circunstancias para que el SPD se sienta más cómodo haciendo gobierno con Die Linke que con la CDU y para que Die Linke prefiera hacer gobierno con la socialdemocracia que permanecer en la oposición. Para que ambas cosas lleguen a conjugarse, la socialdemocracia debería aprobar su revisión y apostar a retomar sus raíces profundamente progresistas. Por su parte, Die Linke debería profundizar sus esfuerzos por madurar políticamente y abandonar el infantilismo extremista. Son tendencias que están en ciernes y que, de concretarse, abonarían el terreno para los acuerdos.

En cualquier caso, es innegable que más que un análisis, estas ya largas palabras han estado cargadas de deseos. Y aunque aspirar no es condenable, la realidad no está construida siempre sobre aspiraciones. De la realidad alemana a partir de este 27 de septiembre dependerá que lo dicho tenga más o menos éxito predictivo. A la primera opción, consecuente con una Alemania y una Europa más social, lanzo ya mi apuesta.

Carlos Miguel Rodrígues

28 Sept. 2009

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