Excelente y apropiada iniciativa la que ha reunido en Caracas a un conjunto de representantes políticos y académicos del poder local, venidos desde distintas rincones del mundo y juntados por su interés común en aportar visiones, reflexiones y experiencias en torno al primordial tema de la buena gestión de gobierno.
Organizado Por la Caracas Posible – asociación civil presidida por Fredery Calderón, un inteligente y emprendedor politólogo ucevista – el Encuentro Internacional de Gobernabilidad Local y Buenas Prácticas nos dejó una sensación mixta de esperanza y decepción. El relato que atendimos con imperturbable atención nos aclaró varias cosas de sabores distintos: (1) es posible transformar la ciudad; (2) la transformación es un proceso arduo, difícil y exigente; (3) para lograrla se requiere voluntad política, capacidad de gestión y compromiso ciudadano; (4) en Caracas debemos trabajar más para reunir esas condiciones.
Bajo la premisa de que los municipios serán actores claves y fundamentales en la dinámica del siglo que despunta, el ex alcalde de uno de los 1.100 municipios del estado federado de Baden-Wuerttemberg y actual representante de la Konrad Adenauer en Caracas nos brindó las dos hipótesis que, para él, explican el relativo retraso latinoamericano frente a Europa occidental: el tamaño de los municipios y su mecanismo histórico de apropiación de poder.
En Alemania existen hoy 12.006 municipios. Ello implica una ratio de un municipio cada 6.848 habitantes. En Venezuela son 336 nuestros gobiernos locales y 80.000 ciudadanos por cada alcalde. Los alemanes han constituido un municipio – por media - cada 30 kms2. En Venezuela, la simple división nos dice que cada alcalde administra – también de media – un territorio no menor a los 2900 kms2. Y lo evidente lo explícita Eickhoff: los venezolanos tenemos un gobierno local menos cercano que, obligado a formular e implementar soluciones a más problemas, más diversos y más dispersos, no es capaz de ejecutar una gestión tan efectiva.
Por otro lado, la democratización alemana y por tanto la construcción de sus instituciones políticas se fundó en un proceso fiel al modelo federal. Se trató de una configuración del poder político ascendente – de abajo hacia arriba – en el cual los municipios jugaron un rol fundamental. Gracias a ello, han sido capaces de resguardar altos estándares de autonomía no sólo frente al Estado sino también frente a los partidos políticos. El caso contrario es precisamente el venezolano. Venezuela ha construido sus municipios alrededor de poderes externos a la dinámica local. Primero caudillos regionales, luego partidos políticos de rígida línea nacional, finalmente liderazgos con pretensiones universales. Incluso, cuando los municipios han ganado algún trazo de autonomía lo han hecho como concesión del poder central. El escueto proceso de descentralización que vivimos en la década de los 90 estuvo ideado y dirigido por autoridades nacionales que entregaron dádivas parciales a los municipios, históricamente incapaces de generar un movimiento propio que, con fuerza, irrumpiera en la escena política y “ganara” las herramientas para ejercer gobierno.
A partir de los planteamientos de Eickhoff, presentados para contrastar la realidad europea de la latinoamericana, pudiéramos empezar a aceptar la idea de que el estado actual de Caracas es consecuencia de una tragedia mucho más amplia, que tiene historia y afecta a toda la región. En ese caso, tendríamos atenuantes para salvar nuestra responsabilidad.
Pero esa salida sería demasiado honrosa. En el encuentro siguieron al derecho de palabra los representantes, actuales o recién pasados, de las municipales de Quito, Bogotá y Lima. Capitales andinas que comparten los mismos defectos aludidos por Eickhoff. Se trata de municipios extensos con grandes poblaciones y constituciones - históricas e institucionales - supeditadas al centralismo.
Paco Moncayo nos señaló con lujo de detalles como, durante su gestión como alcalde, Quito se transformó. A través de la aplicación efectiva de la Gobernanza, la Planificación Estratégica y la Gestión por resultados, la municipalidad integró al sector público con la academia, el empresariado y la sociedad civil y los hizo participes de un proyecto de rescate de la ciudad colonial quiteña, la más grande de América Latina. Con gráficos e ilustraciones, Moncayo mostró resultados palpables en términos de recuperación del espacio público, ordenación urbana, legalización del trabajo informal y combate de la inseguridad; el antes y el después de una ciudad que ha ganado en términos de memoria histórica, identidad y autoestima pero también en ingreso y bienestar social: este año Quito recibirá 700 millones de dólares sólo por concepto de turismo.
Paul Bromberg, sagaz físico con formas discursivas antipolíticas, nos narró su experiencia como alcalde transitorio de Bogotá, cargo que ocupó tras la renuncia de Antanas Mockus, de quien fue colaborador estrecho. La gestión Mockus-Bromberg, continuada por sus sucesores, se basó en la recuperación del fisco y la consolidación de un extensísimo programa de cultura ciudadana. Sin dinero, su principal promesa de campaña fue cobrar más impuestos y lo hicieron. Y con la recuperación de las finanzas municipales, emprendieron un agresivo proyecto de ordenamiento territorial, creación de espacios públicos y promoción de la conciencia e identidad ciudadanas. Sus éxitos se extraen de todas las áreas: más educación y de mejor calidad; servicios de salud de primera; niveles de inseguridad bajados de 120 (1994) a 20 (2006) homicidios por cada 100.000 habitantes.
Senovio Nilo López, el actual regidor de Lima Metropolitana, atiborró su presentación de fotografías ilustrativas de dos momentos de una misma ciudad. Vialidad, recuperación de espacios públicos y programas sociales de avanzada presentan una gestión que le ha lavado el rostro a la ciudad. Lima cuenta incluso con clubes sociales – con piscinas incluidas - ubicados en las faldas de los sectores más populares y abiertos a ellos.
Y como si no fuera suficiente, el secretario de Planeación de Medellín Carlos Jaramillo, nos presentó magistralmente los logros de una gestión fundada en la premisa de “a los más pobres, lo mejor”. Jaramillo hizo un constante paralelismo entre Medellín y Caracas, ciudades que comparten similares topografía, clima, demografía, disponibilidad de espacio e incluso problemas y oportunidades. La municipalidad nos mostró sus planes banderas. Desde el 2004, desarrollan una interesante estrategia de Presupuestos Participativos a la cual han comenzado a asociar a Planes de Desarrollo Local con visión de mediano plazo. Desde ese mismo año, han emprendido con el apoyo del Banco Mundial un proyecto de Gestión orientada por resultados y con el apoyo de la Universidad de Antioquia, un Observatorio de Políticas Públicas. Y gracias a la rigurosidad y el profesionalismo, Jaramillo pasó a mostrar resultados, de los que llegué a tomar apunte de la reducción significativa de la tasa de homicidios: de 184 por cada 100.000 mil hace menos de una década a 27 por cada 100.000 el año recién pasado.
Municipios grandes asentados en metrópolis, con poblaciones concentradas, con amplias proporciones de ellas marginadas y excluidas, con agobiantes problemas de seguridad, convivencia ciudadana, espacio público, salud, educación, economía informal, transporte, vialidad, etc., hoy muestran resultados efectivos y avance significativos. Estas experiencias nos refuerzan la convicción de que es posible transformar la ciudad. Caracas puede hacer algo parecido. Tiene experiencias que consultar y, por encima de ello, tiene el acervo de capital social e intelectual necesario para emprender proyectos propios. Sin duda, Caracas tiene capacidad de gestión.
Pero a Caracas le falta voluntad política. Separados por la diatriba asfixiante, hemos subsumido todo a la polarización Chávez-centrista. Nuestros dirigentes políticos y gobernantes de distintos niveles de gobierno son incapaces de ponerse de acuerdo para resolver los problemas estructurales que nos afectan. Los problemas se reproducen y crecen ante la acción parcial e insuficiente de los responsables.
Hoy tenemos ciudad sin ciudadanos como hace doscientos años tuvimos república sin republicanos. Y en ese círculo vicioso hemos caído: ciudadanos escasamente preocupados por la ciudad votan por candidatos que, tutelados por los bandos en disputa, desconocen de gestión eficaz y desde las alcaldías reproducen incesantemente los fracasos que hemos vivido en los últimos años. Un ciclo que sólo podría romper una irrupción masiva de movimientos comunitarios, civiles y privados que exijan buen gobierno y ofrezcan participación ciudadana. Sólo una gran coordinación de iniciativas ciudadanas sería capaz de ·”sacudir la institucionalidad”, tal como lo exigió Calderón en el discurso que dio cierre al evento.
A fin de cuentas, todos los ponentes tuvieron una gran coincidencia, que es lección pero también llamado a la acción: una gran transformación sólo es posible cuando se juntan y empujan en una misma planificada dirección gobernantes, funcionarios y ciudadanos. Y, como es usual al menos en la política democrática, es más razonable esperar la iniciativa de los últimos y la reacción de los primeros y los segundos.
Carlos Miguel Rodrígues
11 Oct. 2009
Muy buena reseña!!!
ResponderEliminarConsidero que haces mención a una temática medular en la dinámica política, que por cosas del tiempo en que nos tocó vivir, ha sido diluído en favor de otros temas que no concretan el accionar político tanto como este.
Es bueno saber el grado de división a nivel municipal que hay en Alemania, porque indica como bien reseñas el grado de cercanía de los poderes al ciudadano, pero más importante es saber es como el sistema político-territorial ha logrado crear mecanismos que permitan solventar grados de disparidad socio-económicos acusados; en el caso de Alemania entre las regiones de la Ex-RDA y las regiones de la anterior RFA, en el caso Venezolano sería entre el municipio Chacao y un posible municipio Catia.
Más allá del último asunto, considero primordial hacer contraste entre las experiencias Andinas y nuestras urbes: Es fundamental la concientización, la educación de los habitantes de las urbes venezolanas, sobre su primordial papel como constructores de la ciudad ordenada, con bienestar y con calidad humana, que creen merecerse.
oye Gary te pido excusas, no me había puesto a ver esa pequeñita línea en la que se despliegan los comentarios al final de cada entrada. Concuerdo contigo en que la administración municipal bien planificada y ejecutada es un util instrumento para reducir las desigualdades no sólo territoriales; también las sociales.
ResponderEliminarMarta Harnecker, más allá de la escasez de aprecio que nos suscite, ha dado en un aspecto clave cuando ha insistido en que los municipios son espacios ideales para proyectos de transformación real del entorno, en gran parte por su connatural proximidad a la gente.
La cuestión que a veces nos atormenta es que parece que el mundo entero nos da lecciones que nunca tomamos. Casos tan cercanos como esos, deberían ser aleccionadores para nosotros. Son señales de que es posible. A Caracas, el caso más extremo del desorden urbano venezolano, le hace falta una política integral montada en esa idea de concientización-participación-transformación. Ojalá la absorbente disputa política nos permita, al menos en sus pequeñas fracturas, construir un proyecto de este tipo. Sin duda, el equipo que lo imagine y lo saque adelante está condenado al éxito.