23.10.09

Uruguay se sirve a la izquierda

Un país con memoria histórica. Ese es Uruguay. Del tamaño de nuestro estado Amazonas, son 3.800.000 uruguayos, 400.000 de ellos afuera del país. País de tradición profundamente democrática; su topografía, su clima y su agricultura tanto como su calidad de vida, su reducida desigualdad social y sus constantes consultas ciudadanas, le valieron el título de la Suiza de América. Precisamente, el próximo 25, junto a las presidenciales, llevarán a cabo otro referendo. Esta vez los uruguayos definirán su apoyo a la anulación de la ley de la impunidad, que ha impedido que los violadores de Derechos Humanos de la dictadura sean procesados y enjuiciados. Recién cerraron la campaña del Sí con una marcha contra el olvido y el perdón a los torturadores. No quieren hacer el ademán de que no sucedió algo que aún duele todas las mañanas. Claro que, en honor a la verdad, tener conciencia real del pasado no es tan difícil cuando tienes una voz como la de Eduardo Galeano espoleándotela.

Además de esta trascendental consulta, en Uruguay se votará en amplia mayoría – cercana a un 49% según los últimos sondeos, que permiten pensar por vez primera en la elusión de la segunda vuelta – por un ex guerrillero. José Alberto Mujica es un hombre llano. Sus años en la prisión y en la tortura lo hacen de templado carácter, y sin embargo, no lo empujan a dejar de ser cercano y creerse un icono de la izquierda latinoamericana. No sufre de los por nosotros conocidos delirios de grandeza.

Mujica está postulado por la más unitaria, longeva y firme coalición de izquierdas que he podido conocer en mis escasos y limitados estudios. El Frente Amplio uruguayo es modesto ejemplo de consistencia política, fidelidad a los principios y capacidad de integración. Todas sus virtudes presentes nacen de sus penurias pasadas: se trata de la plataforma unitaria de los sectores progresistas uruguayos, forjada con sangre, sudor y lágrimas durante la agresiva dictadura militar (1973-1985) que le dio a Uruguay el récord de la mayor proporción de presos políticos sobre número de habitantes.

Y gracias al dolor, la comprensión. El Frente Amplio reúne a democratacristianos (que en Uruguay no utilizan la etiqueta de “populares” y son más progresistas que sus pares latinoamericanos), centristas, socialdemócratas, socialistas moderados, humanistas, comunistas y hasta grupos de adscripción ecologista, feminista, de diversidad sexual, etc. Una gran coalición que nace en 1971 y crece al recuperar, por encima de sus diferencias, la ideología del batllismo, basada en la tríada justicia social, democracia política y economía mixta.

Una fructífera y exitosa experiencia en la Municipalidad de Montevideo con Tabaré Vásquez a la cabeza permitió abrir un surco importante en el cerrado bipartidismo Blancos-Colorados. Desde la capital, centro electoral que reúne a cerca de la mitad de los votantes, se instrumentó por primera vez la visión frenteamplista en forma de políticas públicas y gracias a ello se demostró que no sólo se puede gobernar desde la izquierda, sino que se pueden alcanzar mayores éxitos gobernando desde la izquierda.

En 2004 se da el salto cualitativo: el frenteamplismo vence en la primera vuelta y gana el derecho a hacer Gobierno. Y cinco años después, la popularidad del presidente Vásquez y el apoyo a la gestión de gobierno hablan del éxito y la consolidación, que resultan especialmente visibles en el sector social. Con Vásquez se comprobó en Uruguay que la izquierda estaba preparada para dar el salto de la oposición al gobierno. La esperanza venció al miedo y el anunciado desastre nunca llegó. La responsabilidad y la acertada gestión permitieron conjugar una avanzada política social con números macroeconómicos auspiciosos.

Montados en esa demostración, una dupla tan disímil como la Mujica-Astori (parecida, guardando las distancias, a la llave Morales-García Linera) se encamina a darle continuidad a la política del cambio social responsable. Y aunque un escenario muy probable sea una segunda vuelta marcada por la unidad de los partidos tradicionales, el Frente Amplio luce ganador, amparado en la promesa de mejorar la gestión ya avanzada.

Sin grandilocuencias, sin rimbombancias, sin grandes alharacas y sin pretensiones universalistas, la izquierda uruguaya ha consolidado importantes éxitos sociales. Y dentro de esta multitud dispersa de izquierdas que vivimos en América Latina, Uruguay nos dice que la seriedad, la responsabilidad y una gestión planificada basada en principios claros, resultan más provechosas que grandes consignas discursivas, construidas autoritaria y verticalmente y aplicadas sin convicción.

Carlos Miguel Rodrígues

22 de Oct. 2009

3 comentarios:

  1. Caramba Carlos, muy bien expuesto. Lo interesante de tus entradas es que ilustras al lector mientras dejan planteada discretamente tu opinión. Esto está muy bien dicho.
    Ahora, si te puedo señalar un punto, con respecto a Uruguay, que como nos recordaste al principio es un país con poca desigualdad social comparada con sus vecinos, que hasta se le ha llamado la Suiza de América. ¿No será su reducida población y una sensación de prosperidad más o menos bien distribuida la que permite el triunfo de las políticas de izquierda de su gobierno? Digo, con un 83% de pobreza como la tenemos en Venezuela, asumiendo todas las consecuencias sociales, morales, políticas y económicas, ¿no sería demasiado perdirle a esas políticas progresistas frente a las abrumadoras adversidades que azotan a nuestro país?

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  2. vaya Thaelman, que grato recibir un comentario tuyo en este humilde espacio, que por cierto mucho se enriquecería con aportes tuyos. Aprovecho para conminarte a publicar aquí, así sean trabajos que ya tengas colgados en otros espacios, porque la idea es que este sea un lugar muy visitado por gente curiosa, y tus escritos sin duda ayudarían a avanzar en esa dirección.

    Ahora sobre el contenido de tu comentario, pues sin duda Uruguay es un caso muy peculiar en América Latina. Ese estado de ánimo que entre uruguayos está generalizado no es común al resto de la región. Allí existe alguna especie de consenso silencioso sobre ciertas bases mínimas en el manejo de los asuntos públicos. En general, se puede decir que la experiencia del batllismo le legó a Uruguay cierta preeminencia de valores y principios progresistas, que están como te digo extrañamente extendidos. Al respecto podemos caer en el debate de si las ideas configuran la realidad, la realidad configura las ideas, y sabes lo pesado que es todo eso. Existe al menos una solución mixta: gracias a ideas progresistas, Uruguay tiene una saludable estructuración social; la escasa diferenciación social favorece la hegemonía de las mismas ideas que la soportan.

    Así que creo que reducimos la cuestión a un circulo - para mi virtuoso, para ti quizá vicioso jajaja - que hace de Uruguay una excepción. Y como Uruguay, cada caso nacional es muy peculiar y propio. Venezuela es otro tema, complejo como para comentartelo acá cuando ya he consumido gran extensión. Sólo te diré que mientras se haga con sensatez - y sensatez implica comprensión clara y exacta de la realidad tal cual es - existe algún espacio para políticas progresistas. Igual lo mismo vale para políticas de signo distinto. Lo cierto es que la realidad siempre permite distintas opciones, y entre ellas se puede jugar con inteligencia. No todo es voluntad pero tampoco el determinismo absoluto es tan convincente.

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  3. Y te diré una cosa con respecto a Venezuela, algo que he estado pensando últimamente, sonbre la derecha en éste nuestro país y por qué es tan fracasada. El problema de la derecha neoliberal es que es importada del modelo anglosajón y no tiene el más mínimo asidero en la realidad social y política de Venezuela. Esa no es una derecha endémica ni original de aquí y creo que es por eso que está destinada a una minoría despreciable. Y no lo digo porque sea o no eficaz en lo que a política económica se refiere. Puede que de hecho bien administrada llegue a producir frutos. Pero es tan alieníjena a nuestra cultura, tan importada, tan evidentemende extranjera, que en mi opinión está destinada al fracaso.
    No, la derecha en Venezuela consiste en otra cosa. Tiene que consistir en otra cosa para de hecho poder triunfar. La derecha en Venezuela es el modelo positivista expresado en Vallenilla Lanz. No se trata de neoliberalismo, se trata de positivismo. Y te digo una cosa, ese modelo en este país ha triunfado y ha rendido frutos. Y más que eso, muchos venezolanos entre las distintas clases sociales tienen el modelo positivista en la cabeza. En contraposición al progresismo que representaron siempre aquí los partidos políticos (me refiero tanto a AD como a COPEI y todas sus actuales extensiones ideológicas) y esta suerte de proyecto tiránico unipersonal enmascarado de progresismo que es la revolución chavista es la degeneración máxima de ese modelo de partidos progresistas. Yo de verdad creo que ha vuelto en Venezuela la necesidad imperante de recurrir al modelo positivista, que es lo mismo a decir un retorno de la derecha en un país que tiene 50 años siendo gobernado por visiones progresistas (de la más amplia variedad, peor progresistas al fin).

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